Va dedicado a todos aquellos que se acostumbraron a las despedidas y aprendieron que es el único dolor que siempre se lleva una parte de nosotros.
Con los años te das cuenta que no queres un príncipe azul con un cuerpo esculpido para presumir ante la multitud.
Lo que vas anhelando es alguien que te entienda en tus peores momentos, que quiera crecer con vos y comparta el mismo humor, el mismo tiempo... que sientan que se conocen de otras vidas aunque hayan pasado siglos desencontrándose.
Que tus cicatrices sean otra razón de por qué le gustas y que al primer temblor no se marche dejando todo atrás.
Al final del día, de ese día tedioso que nos deja con los huesos por el piso, uno quiere acostarse al lado de alguien que lo quiera desinteresadamente, no por el cuerpo, no por lo material, que te mire a los ojos y comprenda que recorriste un largo camino, que no te juzgue por eso y abrace tus miedos, esos que a veces te detienen al avanzar.
bloguera nocturna / gri.h
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